domingo, junio 26, 2011

Pelea de paradigmas

Dictar nuevamente un taller de Gestión del Conocimiento, supone nuevos retos y nuevas experiencias, que nos llegan a través de la dinámica que habrá de formarse con la audiencia. Esta nueva Cohorte (es la octava vez que la dicto), se ofrece en la empresa donde trabajo actualmente. Es una empresa de diseño, producción y distribución de productos de cuidado diario, de al menos 500 personas entre administrativos y obreros.

Digo que siempre representa un reto pues cada grupo no es igual a ningún otro, aunque el tema que se está dictando se encuentre generalmente de acuerdo con algunos objetivos de aprendizaje que me haya planteado alguna vez durante su diseño inicial. Lo que pasa es que se trata de Gestión del Conocimiento, que es la raíz misma de las cosas, que trata de cómo aprendemos, de cómo conocemos, dónde vive o reside nuestro conocimiento y de qué formas se nos presenta. Ya hemos hablado en ocasiones anteriores de Nonaka y Takeuchi con su modelo de espiral del conocimiento, o de la rueda de Kolb del aprendizaje.

Esta vez, y de tanto decírselo a mi sobrino, ahora “muestro los dinosaurios” en los primeros cinco minutos del taller (Los dinosaurios es una metáfora que extraje de Spielberg y “Jurassic Park”), es decir que empiezo por el final, en vez de por el principio. Porque la gente, en algunas ocasiones, prefiere pensar de forma deductiva en vez de inductiva, donde le muestras el dinosaurio completo al inicio y luego son felices, cuando le dedicas un tiempo a la piel, a las patas, a la cola, a la cabeza y a los hábitos alimenticios.

Siempre al inicio, en las expectativas, pensamos en “Flow”, la teoría de la psicología positiva del psicólogo Mihalyi Csikszentmihalyi, (creo que se pronuncia Chis-zent-mijalyi), donde todo fluye y el tiempo adquiere su más relativa dimensión. El aprendizaje es mágico, y todo transita como quién escucha a alguien exponer, aunque las palabras y los gestos salgan de nuestra boca y de nuestras manos. Es así como esta última ocasión habría de recordar o inventar nuevas historias. En especial una, que trata sobre los diferentes paradigmas con los que queremos o somos capacees de mirar el mundo. (Este Diplomado seguro lo hago en Septiembre de este año)

Estaba en casa de Pedro. Era su cumpleaños. Era el 2006, más o menos. Yo dije que iba a llevar la torta; pero en realidad hice el paso intermedio entre llevar los ingredientes y llevar la torta lista; lleve una melaza que se obtiene de fundir una panela de “papelón” (caña de azúcar), en agua, quedando un material espeso como aceite, al que se le agregan las más variadas especias, como canela, vainilla, nuez moscada, pimienta dulce, y anís. El caso es que no recuerdo porqué no llevé la torta lista, pero solo faltaba agregarle harina, huevos, y al horno. Y así fue, apenas llegué me dispuse a mezclar, y batir. "

Pedro tiene una esposa, una cuñada y dos bellos hijos. Todos, a excepción de Pedro, estaban alrededor de la mezcla de la torta, y no exactamente para ver como la hacía (de esto tengo otra historia), si no, que esperaban a que llegara al final, cuando la masa ya mezclada era colocada en los moldes. Al terminar, todos se pelearon por comerse la masa cruda que había entre los utensilios y el molde, recuerdo.

Fue entonces cuando mi paradigma y el de ellos se enfrentó:

-No se coman la masa cruda que les va a dar dolor de barriga, les dije pero ninguno escuchó. –Dicen que las cosas crudas hacen daño, repetí, pero nada pasó y siguieron felices y contentos. Mi paradigma que quizá hace que no disfrute de las cosas simples de la vida, evidentemente no era el mismo que el paradigma que los movía a disfrutar de la mezcla.

Luego supe, que por su abuela ausente, habían aprendido el don de la repostería. La acción de comer juntos, recuerda a la abuela, a su cariño, a su complicidad en la terminación y la prueba de los ingredientes; un paradigma difícil de superar con el mío, qué mejor, que no fue escuchado.”
La fuerza de los paradigmas, no puede ser ignorada cuando hablamos de conocimiento y la forma en que aprendemos las cosas. Siempre hay una estructura previa, que hay que conocer. Los verdaderos cambios se logran cuando logramos entender los diversos paradigmas; lo que hace que podamos convivir, en diferencia de pensamientos y actitudes.

Termino con la otra historia que quedó pendiente. Mi madre es una excelente cocinera, pero ya tiene 86 años y ya no cocina. Una de sus tortas de su tierra natal al occidente del país, ha sido la más conocida por todos. Mi madre transfirió a mi hermana y por supuesto a mí, que soy el menor de todos, y me tocó muchas horas en la cocina, antes de ir a la escuela. Mi hermana tiene una hija, que tiene una hija, y trabaja en el mismo sitio que yo. Llevé un pedazo de torta a la empresa y ella me dijo que quería la receta.

–“Claro que te doy la receta, es mas tu eres la persona que debería tener el resguardo familiar de la receta” (aunque nunca ha sido un secreto y la hemos dado muchas veces a otras personas), le dije.

-“La receta se tiene que enseñar por transferencia; la receta escrita no sirve. (y allí me acordé de la Peli de “Como agua para chocolate”). Necesito transferirte la receta como cuando la hago en mi casa. Necesito que veas, hay las cosas que no son posibles escribirlas en un papel; las emociones, la paleta de madera, el sentido en que se mezclan los ingredientes, según el reloj, la temperatura de las cosas, las cantidades “al ojo” según las cantidades que encontremos, la cantidad de huevos según el tamaño; en fin, cantidad de cosas que haría que una simple receta necesitara muchas páginas para ser explicado”

Y ese precisamente es el reto de las empresas, la transferencia. El paso del conocimiento tácito al conocimiento tácito, en aquellas ocasiones en que escribir lo que se hace no sea suficiente. Así como cuando un padre enseña a montar bicicleta a su hija.

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